jueves, 27 de mayo de 2010

Literatura de salón


Se dice que la literatura busca la verdad, la esencia del hombre, la trascendencia del ser para, de esta manera, alcanzar las emociones más complejas e intensas que se esconden en cada uno de nosotros. Se plantea que la literatura propicia el desarrollo de sensaciones más humanas. Que los escritores, los artistas ahondan en la experiencia vital para descifrarla y comprenderla como nadie. No creo que esto sea verdad.
Los escritores discuten sobre la teoría literaria, la estructura de la novela, la imagen de la poesía, la forma, el lenguaje. Comentan lo que dijo tal autor respecto a la importancia del vacío en una narración. Se descabellan reflexionando sobre la necesidad de alimentar un texto con herramientas utilizadas en la narrativa o la dramaturgia. Insultan, hablan mal de los que no saben hacer buenos diálogos, de los que no intentan renovar la tradición, de los que no confabulan una historia que termine en la ausencia. Debaten sobre cuál diario es más interesante: El de Kafka, que habla únicamente de literatura, o el de Mann, que habla de sus experiencias cotidianas.
Los escritores creen que tienen la razón sólo porque han leído más libros que el común de la población. Les gusta alardear en sus textos de lo que han leído. Quieren burlarse de la ignorancia de la gente de un país pobre. Decir que la pista que se esconde dentro de la estructura narrativa es un mensaje para los que no saben nada acerca de la Teoría de Blanchot. La literatura es un sistema, una maquinaria.
¿Qué tiene que ver todo lo citado arriba con la experimentación de emociones vitales? ¿Qué diferencia se puede encontrar entre la construcción de un automóvil de formula uno y una novela? La literatura se convierte en un ente enajenante. Los escritores están enajenados. Es cuando la literatura se descubre como una frivolidad.

sábado, 15 de mayo de 2010

Y soy rebelde cuando no sigo a los demás


"¡Hay que romper!" ¿Cuántas veces no se escucha esta frase tan sobada? Parece slogan de campaña. Existe la gran necesidad de ser diferentes, que los demás comenten cuán inteligente es uno. Brillar, alimentar nuestro gran ego. Da la impresión de que todos quisieran ser rebeldes, como un grupo musical recientemente separado.



Pero qué caso tendría destruir unas ruinas; o, por ejemplo, golpear las rocas de una montaña, darle de martillazos a unas dunas de arena, volver a tirar el muro de Berlín. En la antigua Grecia la rebeldía contra los dioses se justificaba porque no le permitían al hombre tener el control de su destino; sin embargo, la rebeldía contra la naturaleza se consideraba una acto banal. Rebelar las cosas contra su naturaleza sólo las deja sin significado, sin esencia; las vacía.



El rebelde verdadero busca el orden natural de las cosas. (Y aquí no me mal interprete el lector; no me refiero a ordenes morales, sino naturales. Sobre todo, lo digo por el último debate relacionado con los matrimonios homosexuales. Creo que una persona avezada podrá discernir cuál es la verdadera naturaleza del ser humano; los griegos podrían ser una buena imagen). El rebelde verdadero ve caos e incomprensión en su mundo. No soporta la absurdidad del mundo que le rodea. Entonces, necesita darle un sentido y significado. Es cuando actúa.



Lo que veo en el presente es sólo la búsqueda de la destrucción pero sin nuevo orden y significado. Por eso da la impresión de que las artes, la literatura están acabadas, y todo en general. Este es un punto clave. "Hay que romper" pero normalmente se vuelve la mirada a cosas que ya están rotas. Rompemos el jarrón, luego, las piezas más grandes, después, los pedacitos, luego, los pedacititos, luego el polvo. Supongo que he llegado al punto.


Las vanguardias tuvieron su trascendencia porque buscaban la manera de expresar la verdadera naturaleza humana, destruyeron estructuras falsas.


No puedo asegurarlo del todo, pero creo que se busca acabar con lo que ya se acabó en otros años y no queremos meternos al tiro de traer abajo las estructuras falsas que reprimen nuestra naturaleza ahora, por eso no encontramos nuevos significados. El hombre sin leyes simplemente no puede vivir. Como ya lo demostró Sade en sus novelas.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Le mort qu'il faut


Viviré con su nombre, morirá con el mío, de Jorge Semprún, es una novela de la memoria. Con una estructura dramática bien definida, logra trasportarnos a la cruda Europa de la Segunda Guerra Mundial. Jorge Semprún, en el relato, es un muchacho excombatiente de la resistencia francesa que es capturado y trasladado al campo de concentración en Buchenwald, Alemania. Ahí, Semprún tendrá que esperar dos años para ser liberado. La historia narra el lapso en el que un mensaje llega desde Paris a manos de la estructura clandestina pidiendo noticias de Jorge, quien tiene un puesto clave dentro de la mafia comunista que más tarde será decisiva para el aniquilamiento del ejercito nazi; nadie sabe para qué piden información del joven Semprún; conociendo la brutalidad de los SS, el grupo de resistentes prefiere adelantarse al destino y encuentran una manera de salvar a Jorge de la muerte. Es cuando se desencadena una serie de movimientos como en un tablero de ajedrez.

La calidez e intensidad de la prosa de Semprún hacen de las situaciones y de los personajes pinturas entrañables. Marcando los contrastes de un mundo que parece absurdo, rememorando una vida que va desde el recuerdo de una muchacha universitaria hasta una noche que transcurre entre cadáveres y moribundos que, debido a las torturas, han perdido toda humanidad.

Lejos de ser una novela melodramática, Viviré con su nombre, morirá con el mío, es un texto lleno de reflexiones e intuiciones sobre la extraña naturaleza humana, y pone de manifiesto que la única manera de encontrar la verdad es escribíendola.

martes, 11 de mayo de 2010

Beware those who are always reading books


Cuidado con los que siempre están leyendo libros, dice un verso del poema The Genius of the Crowd del escritor Charles Bukowski. Se cree que por leer libros ya se conoce el mundo. Hay que desconfiar de estas afirmaciones. Existe una especie de autoridad generada por el hecho de leer libros que muchas de las veces es injustificada, porque qué sabe un ratón de biblioteca del mundo. Prefiero salir a caminar por las calles y conocer; oler, saborear, tocar con mis propios sentidos la realidad; ser parte de ella. La lectura sólo es un acto de abstracción. Nos retira de la realidad y nos sumerge en otra que es alimentada por nuestras experiencias anteriores, pero si nuestras experiencias son pocas el mundo generado por la lectura también es pobre. La lectura puede ayudar a desarrollar la necesidad de tener experiencias, pero estas últimas sólo pueden consumarse de una manera total en carne propia. Platón criticaba a los que se llamaban a sí mismos sabios porque leían. Platón consideraba a estas personas charlatanes, pues cómo podrían saber de la naturaleza del mar si nunca habían navegado.

Últimamente, con la promoción del libro y la lectura, se le ha dado al lector esta aura de conocimiento y de hombre que lo puede todo. No hay mentira más grande. He conocido a varios lectores ávidos con la más completa ignoracia de la cosas; que para todo citan a autores y no generan su propia opinión; que no son independientes de pensamientos, siempre agarrados de los libros. Estoy de acuerdo en que a veces dar una cita y un dato curioso es bueno, como yo mismo lo acabo de hacer en esta entrega, pero eso dista mucho de aprenderse de memoria los párrafos para luego recitarlos como un autómata.

Si alguien quiere saber sobre París lo mejor que puede hacer es ir a París. Si alguien quiere saber del narco lo mejor es acercarse a los puchadores de la esquina. Estoy de acuerdo que los libros te dan la oportunidad de acceder a lugares que, por medios prácticos y viables, son inalcazables como, por ejemplo, Marte, etc. Pero el hombre se hace sabio porque ha recorrido las calles, hablado con la gente, visto; porque se ha arriesgado a perder la vida en el intento de ser parte de un mundo que lo rechaza.

sábado, 8 de mayo de 2010

¿Quiénes comienzan a escribir?

Se dice que la escritura es un acto de soberbia, un acto egocentrista, un acto para reafirmarse. Muchas personas de todos los niveles comienzan a escribir desde esta perspectiva. Desean llegar a tener éxito, trascender como individuos desde la escritura. Incluso, algunos escritores famosos, con la experiencia formal de escribir y publicar, muestran la misma tendencia. Y es curioso que así pase.
Antes, o al menos así se ha dicho, sobre todo en los sesentas, se creía que el mundo podía mejorarse. El socialismo fue uno de los principales movimientos que tenían esta filosofía. ¿Cuántos escritores socialistas no hubo? ¿Cuántos escritores pensaron que con su literatura podrían cambiar parte del mundo? Muchos (Yo no me considero un socialista, al menos no como los de antaño, sólo tomo el ejemplo). No sé si ellos también tuvieron esta especie de actitud fanfarrona, comentada arriba, porque no los conocí. Es probable que así haya sido. Sin embargo, hay algo que a mí no deja de inquietarme. Los escritores de los años del socialismo creían en algo. Entonces, su motivo no era sólo reafirmase como individuos sino también expresar sus ideas, expresar en lo que creían con un fin más allá de su propia existencia, un compartir verdadero. Pienso que esta perspectiva cambia mucho el panorama de la literatura.
Hoy no creemos en nada. Y, es más, no creer en nada es aplaudido, es premiado. Yo me pregunto: ¿Ese supuesto nihilismo será sólo una pose, un despiste? No puedo responderme. Por otro lado, si existe este nihilismo en todo, ya no nada más en la literatura, entonces para qué actuar. ¿Somos sólo entes que hacen cosas sin ningún fin, como las olas del mar que poco a poco erosionan las rocas, inconscientes de ello? O es sólo para reafirmar nuestro ego, como los muchachos que ponen en los baños de las escuelas "I was here" o "Puto el que lo lea".
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