martes, 11 de mayo de 2010

Beware those who are always reading books


Cuidado con los que siempre están leyendo libros, dice un verso del poema The Genius of the Crowd del escritor Charles Bukowski. Se cree que por leer libros ya se conoce el mundo. Hay que desconfiar de estas afirmaciones. Existe una especie de autoridad generada por el hecho de leer libros que muchas de las veces es injustificada, porque qué sabe un ratón de biblioteca del mundo. Prefiero salir a caminar por las calles y conocer; oler, saborear, tocar con mis propios sentidos la realidad; ser parte de ella. La lectura sólo es un acto de abstracción. Nos retira de la realidad y nos sumerge en otra que es alimentada por nuestras experiencias anteriores, pero si nuestras experiencias son pocas el mundo generado por la lectura también es pobre. La lectura puede ayudar a desarrollar la necesidad de tener experiencias, pero estas últimas sólo pueden consumarse de una manera total en carne propia. Platón criticaba a los que se llamaban a sí mismos sabios porque leían. Platón consideraba a estas personas charlatanes, pues cómo podrían saber de la naturaleza del mar si nunca habían navegado.

Últimamente, con la promoción del libro y la lectura, se le ha dado al lector esta aura de conocimiento y de hombre que lo puede todo. No hay mentira más grande. He conocido a varios lectores ávidos con la más completa ignoracia de la cosas; que para todo citan a autores y no generan su propia opinión; que no son independientes de pensamientos, siempre agarrados de los libros. Estoy de acuerdo en que a veces dar una cita y un dato curioso es bueno, como yo mismo lo acabo de hacer en esta entrega, pero eso dista mucho de aprenderse de memoria los párrafos para luego recitarlos como un autómata.

Si alguien quiere saber sobre París lo mejor que puede hacer es ir a París. Si alguien quiere saber del narco lo mejor es acercarse a los puchadores de la esquina. Estoy de acuerdo que los libros te dan la oportunidad de acceder a lugares que, por medios prácticos y viables, son inalcazables como, por ejemplo, Marte, etc. Pero el hombre se hace sabio porque ha recorrido las calles, hablado con la gente, visto; porque se ha arriesgado a perder la vida en el intento de ser parte de un mundo que lo rechaza.

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